domingo, 5 de septiembre de 2021

LUVINA. (Juan Rulfo)

Allí todo el horizonte está desteñido; nublado siempre por una mancha caliginosa que se borra nunca...
   



                                 
                        

                                                         

...todo envuelto en un calín ceniciento...



                                               
                                            





                 Todo el lomerío pelón, sin un árbol, sin una cosa verde para descansar los ojos...

                                            
               

Un viento que no deja crecer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes que apenas pueden vivir un poco untadas a la tierra, agarradas con todas sus manos al despeñadero de los montes...

                                                    

  Y sobran días en que -el viento- se lleva el techo de las casas como llevara un sombrero de petate, dejando los paredones lisos decobijados...



                                 


En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris...

                                
   
...Y la tierra es empinada. Se desgaja por todos lados en en barrancas hondas, de un fondo que se pierde de tan lejano.. 




..La tierra, además de estar reseca y achicada como cuero viejo, se ha llenado de rajaduras y de esa cosa que allí llaman pasojos de agua, que no son sino terrones endurecidos como piedras fibrosas...

martes, 16 de febrero de 2021

 Ánimo, ànimo! Respira hondo y a compàs y no dispenses, fija la mirada y el una única cosa y concreta un ella las potencias del y los cinco sentidos, sin prisas, sin agobio, y ya verás como las cosas vuelven a hablarte y a decirte sus más hondos secretos..






lunes, 1 de febrero de 2021


  Mientras el mundo se 
esmoronaba, la naturaleza volvía a revivir igual que cada año al llegar la primavera.
 






lunes, 25 de enero de 2021

lunes, 15 de julio de 2013

ANTONIO MUÑOZ MOLINA. TODO LO QUE ERA SÓLIDO.

“Algo más ha ocurrido a lo largo de todos estos años alucinados, los años del delirio que duró tanto y del que no parece que despertemos del todo; algo más, aparte de la sinvergonzonería, del despilfarro, de la arrogancia de los nuevos ricos, de la obsesión por los orígenes, de la creencia alentada por la clase política de que se puede tener todo sin pagar por nada ni responsabilizarse de nada ni agradecer nada. Ahora se abren los ojos, ya sin remedio, y lo que se ve no es solo que de nuevos ricos hemos pasado a nuevos pobres, y que es a los débiles a los que les toca pagar las calamidades desatadas por los poderosos. Lo que se ve, además, es que en todos estos años, sin que nos diéramos mucha cuenta, nos ha ido rodeando e invadiendo un océano de fealdad, un océano que ocupa desde los paisajes que parecían más deshabitados o remotos hasta el corazón de las ciudades. Es una fealdad pública y también privada.”

Cómo es que ese ruido no nos atronaba. Qué veíamos, en qué estábamos pensando. Si mi oficio es mirar el mundo para poder contarlo cómo es que no me fijé en lo que sucedía, en lo que tenía delante de los ojos, lo que se publicaba en el periódico que yo compraba…Me fijaba demasiado en la superficie política y psicológica del delirio como para reparar en lo que hubiera debido saltarme a la vista, en la cualidad delirante de la economía misma. Pero entonces las personas como yo leíamos las noticias de cultura y tal vez las de política y no llegábamos nunca a las de economía…Jamás reparé en que hubiera día tras día tantos anuncios a toda página de coches de lujo, de cruceros en invierno y de clínicas de cirugía estética. Cada mañana pasé la página de un anuncio de BMW o Volvo sin fijarme en el texto que se repetía a diario: “Estás en tu mejor momento. Que nadie te lo arruine.”

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido".

Cuando la barbarie triunfa no es gracias a la fuerza de los bárbaros sino a la capitulación de los civilizados.
…Una parte de la clase política ha desmantelado la legalidad o la ha ignorado para perseguir sus proyectos fantásticos y en un cierto número de casos además para robar y para favorecer a los ladrones: pero no habrían ido tan lejos sin la indiferencia, la claudicación o incluso la adhesión de sectores amplios de la ciudadanía, y menos aún sin la mezcla de negligencia profesional, militancia sectaria y disposición cortesana de una parte de los medios informativos.


Durante mucho tiempo pareció que no importaba nada y ahora importa todo, y todo lo que no hicimos y lo que dejamos de hacer y lo que hicimos mal ahora nos pasa su factura exorbitante. Pareció que no importaba ser mediocre o ser ignorante o venal para hacer carrera política, y ahora que necesitamos desesperadamente dirigentes políticos que estén a la altura de las circunstancias y que sean capaces de tomar decisiones y llegar a acuerdos nos encontramos gobernados por toscos segundones que no sirven más que para la menuda intriga partidista gracias a la cual ascendieron, todos ellos, mucho más arriba de lo que se correspondía con sus capacidades.

Hace falta una serena rebelión cívica que a la manera del movimiento americano por los derechos civiles utilice con inteligencia y astucia todos los recursos de las leyes y toda la fuerza de la movilización para rescatar los territorios de soberanía usurpados por la clase política. Hay que exigir de manera eficaz la limitación de mandatos, las listas electorales abiertas, la profesionalidad y la independencia de la administración, la revisión cuidadosa de toda la maraña de organismos y empresas oficiales para decidir qué puede aligerarse o suprimirse, a qué límites estrictos tienen que estar sujetos el número de puestos y las remuneraciones, qué normas se deben eliminar para que no interfieran dañinamente con las iniciativas empresariales capaces de crear verdadera riqueza, qué hay que hacer  para alentar y atraer el talento en vez de ponerle obstáculos y someterlo a chantajes políticos. Hay que defender sin timidez ni mala conciencia el valor de lo público, que lleva tantos años sometido obstinadamente al descrédito, a la interesada hipocresía de los que lo identifican siempre con la burocracia y la ineficiencia y celebran por comparación el presunto dinamismo de la gestión privada, y a continuación aprovechan contratos públicos amañados para enriquecerse, y renegando del  estado saquean sus bienes y se quedan a bajo precio y a beneficio de unos pocos lo que había pertenecido a todos, lo mismo una red de trenes que el suministro de agua de una ciudad, el patrimonio común convertido en despojos.

        Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.
         

Ha terminado el simulacro. Que la clase política española quiera seguir viviendo en él es una estafa que no podemos permitirles, que no podemos permitirnos. Tenemos un país a medias desarrollado y a medias devastado, sumido en el hábito de la discordia, cargado de deudas, con una administración hipertrofiada y politizada, sin el pulso cívico necesario para emprender grandes proyectos comunes…Hay que fijarse en lo que se ha hecho bien y en quienes lo han hecho bien para tomar ejemplo. No tendremos disculpa si no hacemos todos lo poco y lo mucho que está en nuestras manos, en las de cada uno…Ya no nos queda más remedio que empeñarnos en ver las cosas tal como son, a la sobria luz de lo real. Después de tantas alucinaciones, quizás sólo ahora hemos llegado o deberíamos haber llegado a la edad de la razón.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.

La “legalidad dudosa”, la grosera ilegalidad, la perfecta legalidad.

Más grave que la “legalidad dudosa” a la que alude la definición y que la grosera ilegalidad de tantos hechos corruptos es la perfecta legalidad en que han sucedido la inmensa mayor parte de las barbaridades y los despilfarros que se han ido acumulando a lo largo de tantos años hasta llegar a este presente en el que parece que todo se derrumba.
…En lugar de construir una nueva legalidad democrática, muchos, lo que hicieron fue sustituir la antigua por la potestad de ejercer incontroladamente  el albedrío político. Cambiaron la leyes no para hacerlas mejores sino para asegurarse de que podrían actuar al margen de ellas…y en vez de mejorar la antigua burocracia la sumergieron en una inundación de nuevos puestos clientelares, de comisarios políticos descarados o encubiertos, dependientes siempre del favor del que los nombraba, leales hasta la sumisión, volcados en el servicio al partido o al líder del que dependía su sueldo y no a la ciudadanía que lo costeaba con sus impuestos.
La ruina en que nos ahogamos hoy empezó entonces: cuando la potestad de disponer del dinero público pudo ejercerse sin los mecanismos previos de control de las leyes; y cuando las leyes se hicieron tan elásticas como para no entorpecer el abuso, la fantasía insensata, la codicia, el delirio –o simplemente para no ser cumplidas.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”


Llevar la contraria…

Es muy difícil llevar la contraria en España. Llevar la contraria no a los del partido o a los del bando contrario, sino a los que parecería que están en el lado de uno; llevar la contraria a solas, a cuerpo limpio, diciendo educadamente lo que uno piensa que debe decir, sabiendo que se arriesga no a la reprobación segura de quienes no comparten sus ideas sino al rechazo ofendido de los que lo consideraban uno de los suyos; llevar la contraria no a visiones abstractas y totales del mundo sino a hechos particulares de la realidad.
Es muy difícil no pertenecer a un grupo, a una tribu, a una patria, a lo que sea, con tal de que sea seguro y colectivo, de que ofrezca una protección incondicional, si bien al precio de abdicar al derecho al libre pensamiento: a cambiar de opinión, a no ajustarse a lo que se exige o se espera de uno, a no aprobar todas y cada una de las cosas que hacen aquellos de los que uno mismo se siente más cerca, a los que uno ha defendido, los que sin embargo no aceptarán que se aparte ni un milímetro de la ortodoxia que ellos mismos marcan.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.
         
Nada importó demasiado mientras había dinero. Nada importaba de verdad. Podíamos estar gobernados por incompetentes o por ladrones o por ignorantes o por gentes que reunían las tres cualidades a la vez: por mal que lo hicieran la economía prosperaba empujada por el doble espejismo del dinero barato y de la burbuja inmobiliaria; por mucho que robaran y por muchos parásitos a los que les permitieran chupar de la administración había tanto dinero que seguía sobrando para casi todo…
Los fastuosos simulacros usurpaban el lugar de la vida real y consumían ríos de dinero sobre cuyo origen nadie parecía preocuparse. Cada comunidad era un país de Jauja y cada ayuntamiento una ínsula Barataria en la que joviales analfabetos fingían gobernar casi siempre con bastante menos sentido de la justicia que el pobre Sancho Panza, que al fin y al cabo, a diferencia de tantos alcaldes y concejales españoles, salió de su aventura tan pobre como había entrado en ella.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.

          En la foto, la “Ciudad del Circo”. Alcorcón.

Otra carrera que la del medro político.
Hacia la mitad de los años ochenta vimos también cómo mucha de aquella gente parecida a nosotros que había entrado en la política por convicción o por azar en las primeras oleadas de elecciones democráticas se instalaba en ella y la convertía en su profesión. Adquirían ademanes como de una autoridad congénita.
…Éramos muy jóvenes y el tiempo pasaba entonces para nosotros mucho más despacio: ahora nos sorprende comprobar lo rápido que sucedió todo, los pocos años que bastaron para que muchos de aquellos aficionados se convirtieran en profesionales, se multiplicaran y enquistaran en una clase política, apoderándose de aquella administración a la que poco antes habían llegado como intrusos…de pronto se encontraron con que habían pasado demasiados años en la política y ya no servían para nada más. Pero la resignación o el cinismo son más llevaderos cuando se recibe un buen sueldo a cambio de no mucho esfuerzo y se tiene garantizada una pensión generosa o cuando se ha sido cómplice de un pelotazo y se dispone de una cuenta secreta…
Algunos de los veteranos que tenían veintitantos años a finales de los setenta siguen ganando elecciones o han llegado a la edad de jubilación presidiendo con aposturas patricias empresas públicas o privatizadas en las que cobran sueldos de plutócratas, cajas de ahorros a las que han llevado impávidamente a la ruina. Y también hay una segunda o tercera generación de cargos que han convertido en privilegio hereditario lo que empezó tan improvisadamente en los años primeros de la Transición, que no han respirado otro aire ni estudiado otra carrera que la del medro político.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.

Palacio de la Moncloa, diciembre de 2004.

Otro recuerdo de entonces: una visita al palacio de la Moncloa en diciembre de 2004, en compañía de César Antonio Molina, y de tres o cuatro directores de centros del Cervantes, uno de ellos el escritor Juan Pedro Aparicio. Nos recibió el presidente Rodríguez Zapatero…Apoyando las dos manos en el respaldo del sillón a la cabecera de la mesa, donde se celebraban la reuniones del Consejo de Ministros, los hombros siempre tan peculiarmente levantados, el presidente nos dijo: “Éste es el sitio más especial del palacio. Cuando te sientas aquí es cuando tocas de verdad el poder”. Me sorprendió que lo dijera tan sinceramente, que no disimulara el gusto de mandar.
…Nos dijo también que el gobierno estaba planeando exhumar los restos de Manuel Azaña en Montauban y los de Antonio Machado en Collioure para traerlos a de España. Fijó en mí sus ojos muy claros con un gesto de impasible extrañeza cuando le dije que no estaba de acuerdo: que una parte de la memoria indeleble de Manuel Azaña y de la de Antonio Machado es que murieran en el destierro y que haya que cruzar la frontera para visitar sus tumbas. Cité un verso terminante de Antonio Machado: “Sólo la tierra en que se muere es nuestra”. Entre unos y otros cambiamos de conversación.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.
          

Quizá sería útil, para empezar, una rebaja general y limitada de las identidades, un tránsito  de las firmezas rocosas a la ductilidad de los fluidos, de la pureza a la mezcla, del monolitismo al pluralismo. Una rebaja nada más, no una renuncia, ni mucho menos una apostasía: que todo el mundo acepte ser un poco menos de lo que ya es…es aceptar la parte en la que nos parecemos a otros, lo que tenemos en común que nos constituye tanto como lo que nos diferencia. Habrá que hacer ahora la pedagogía democrática aplazada de la aceptación verdadera del otro, la fraternidad objetiva de la ciudadanía por encima de la consanguinidad de la tribu. Aceptarnos no es claudicar de nuestros ideales, sino aceptar la realidad, y por lo tanto renunciar al delirio…Es una vulgaridad decirlo, pero a veces da la impresión de que todavía no nos hemos enterado: estamos, literalmente, condenados a entendernos.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.

“Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”, dice Luis Cernuda. Recordar y contar lo que uno ha visto esforzándose por no mentir y por no halagar y por no dejarse engañar uno mismo por el resentimiento o por la nostalgia es una obligación cívica…
Los que conocimos el mundo anterior –el duro y difícil mundo de la posguerra- tenemos la obligación de contar cómo era: no para que se nos admire o se nos compadezca por las escaseces que sufrimos, sino para que los que han venido después y lo han dado todo por supuesto sepan que no existió siempre, que costó mucho crearlo, que perderlo puede ser infinitamente más fácil que ganarlo. Y que si nos importa de verdad tenemos que comprometernos para defenderlo y mantenerlo.

Nada amenaza más el bienestar de la clase política que una ciudadanía que les dé la espalda o se niegue a seguir actuando de comparsa en sus proyectos delirantes o les pida cuentas de cada céntimo que gastan y cada decisión que toman en vez de seguir  tragándose el engaño del enemigo exterior que tiene la culpa de todo….
Hay lujos que ya no podemos permitirles. Durante demasiados años tendremos que seguir pagando las deudas que ellos contrajeron para costear esos delirios que siempre eran delirios de grandeza. Lo que se tiró en lo superfluo ahora nos falta en lo imprescindible, y no hay proporción entre la gravedad de las responsabilidades y el reparto de las cargas, entre la impunidad de unos y el sufrimiento de los que han de pagar las consecuencias…
Éramos nuevos ricos y ahora resulta que somos nuevos pobres. No estamos en aquella “Champions League” que enaltecía tanto al presidente Rodríguez Zapatero ni en aquella mesa de los grandes poderes en la que el presidente Aznar se creyó que era un invitado y resultó ser sólo un comparsa. Somos pobres y estamos cargados de deudas. Comparativamente pobres, esos sí. Mucho menos pobres que una vasta mayoría de la humanidad; mucho menos que nuestros abuelos o que nuestros padres.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.

Vivimos en este mundo, no en otro. Lo que tenemos es mucho más singular y más frágil de lo que creíamos. Para preservarlo no nos queda más remedio que extremar la agudeza, la voluntad de trabajo, que ser productivos y sobrios, que abrirnos a la iniciativa y al talento de quienes vengan de fuera, que dotarnos de un sistema educativo que favorezca el despliegue de las mejores capacidades en el mayor número de personas. No hay sitio para la autoindulgencia, la conformidad, el halago.
…Yo querría que mis hijos y las personas que ellos amen no vivan peor de lo que he vivido yo, no tengan menos oportunidades, no respiren un aire más envenenado, no tengan que trabajar como esclavos ni que competir sin compasión, ni que protegerse detrás de puertas blindadas y de altos muros de cemento, ni que vivir angustiados por el miedo a una enfermedad de la que no puedan curarse ni a tratamientos médicos que no puedan pagar.
Me gustaría que pudieran seguir moviéndose por Europa sin ser detenidos en las fronteras ni que sufrir la angustia de los pasaportes y los visados; que no tengan que jurar lealtad a ningún tirano ni que aclamar en medio de la multitud a ningún demagogo, ni que esconder sus pensamientos, ni que decir lo que no piensan.

          Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”.

                     Fotografía de Francesc Catalá-Roca.


martes, 9 de julio de 2013

ANDRÉS TRAPIELLO. MISERIA Y COMPAÑÍA.

Empezaba a clarear en el ventanuco. Es del tamaño de un libro abierto. Por él pasan las nubes y todas las estaciones. Se podría leer en él la eternidad, y hacerlo sin levantarse de la cama, como los convalecientes.
-Tú no eres tan melancólico como parece, tendrías que sacarte más alegre –dijo M después de un largo rato en silencio, completamente despejada, cuando yo creía que había vuelto a dormirse-. Tomarte menos en serio.
-Tienes razón. Lo haría, si supiera. Pero cuando me voy a mirar en el espejo, me digo: qué deprisa ha pasado la vida, y no puedo evitar ponerme un poco melancólico. Para mí la melancolía es un estado de la alegría, no sé si líquido o gaseoso. Algún día nuestros hijos serán nosotros, tendrán nuestra edad y echarán la vista atrás. Nosotros no estaremos con ellos, pero nos divisarán a lo lejos, y acaso vendrán a esa página, si la escribo, y leerán en ella que nos amábamos como todos aquellos que se aman, sin rubor ni pesar, porque buscábamos una vida nueva y ennoblecida, y eso les ayudará a vivir, porque la vida no es siempre fácil y necesitamos un poco de esperanza y otro poco de creencia. Este año te prometo que seré el hombre más alegre del mundo.
-No sigas, vas a conseguir que me ponga triste.

          Andrés Trapiello, “Miseria y compañía”.


                                     En la foto, Andrés Trapiello con su mujer Miriam.

…la vida es más generosa con quien escucha que con quien habla.
Es agradable hacer compañía a un anciano como él –José Antonio Muñoz Rojas- , noventa años gastados en ayudar a poetas, filósofos y escritores, si estaba en su mano…Me esperaba donde siempre, sentado en una mesita al lado del balcón, mirando hacia poniente, con todo el Jardín Botánico para nosotros. Verlo en aquel lugar, donde estuvimos la última vez con él y con su mujer, me encogió el ánimo. Aunque ella haya muerto octogenaria, se pregunta uno: y esta soledad, ¿cómo la vivirá? ¿Nos hacemos insensibles a medida que cumplimos años? ¿Nos resignamos a morir, sabiendo que hemos vivido mucho y que muchos ya se nos han adelantado?
…Ha escrito mucha poesía, pero sabe del carácter epigonal de su obra. Me preguntó qué haría uno, en su lugar, con su archivo, su correspondencia…”Desde que murió M. todo me da igual”, se sinceró pronto. “No le tengo apego a nada”. “Si pudiera”, manifestó, como buscando otro tema de conversación, “escribiría un largo poema en endecasílabos, pero yo sólo he podido escribir poesía después de leer la poesía de otros”. Había mucho desaliento en aquellas confesiones íntimas. Nada más íntimo que una confesión sobre la propia obra. No hay mayor intimidad.
…Había llegado la hora de dejarlo en manos de una nieta que había venido a cenar con él. Llevábamos juntos cuatro horas, y eran cerca de las diez y media…Vino a la puerta a despedirme. Me dijo: “Esta senectud es cosa mala”, pero como no quería dejar en el aire como final una queja, a tanto llega su aristocracia natural y buena, abrochó su dolorido sentir con una burla: “Tú me ves bien lo mal que estoy”.

          Andrés Trapiello, “Miseria y compañía”.

          En la foto, José Antonio Muñoz Rojas, retratado por Eduardo Muñoz Bravo.

Me quedé junto al regato que corría por la gavia rompiéndose en unas piedras. Había algo subyugante en ese su susurro, en su laboriosa urdimbre: el abejar del agua.
El silencio lo hablamos todos, sin distinción de razas, edades, clases. El silencio es lo que tenemos en común los hombres con el árbol y el aire, con el fuego y el agua, nuestro idioma común. En el silencio se han escrito las obras más hermosas.
La niebla vistiendo los árboles, la gota de agua colmándose en la hoja del olivo antes de caer, el pespunte de un pájaro cantando, el olor del humo de leña que cose sutil a su manera…Todo ello, ahora lo veo, son como migas de pan en el camino de vuelta…a la casa común, a la Poesía.

          Andrés Trapiello, “Miseria y compañía”.



Pensé: ha sido una gran suerte haber sido amigo suyo, pero más aún haberse alejado a tiempo de lo que se ha convertido.
****Nos pasamos la vida llegando tarde a los libros que nos importan, o yéndonos de ellos mucho antes de lo aconsejable.
****Nos iremos un día, pero no si dejamos aquí cantando los pájaros. Ellos harán que nos recuerde quien sepa y quiera oírlos.
****Hay que leer a los contemporáneos, sí, de acuerdo,  cincuenta años después. “Pero tú lees a Ramón Gaya.”Por eso: porque lo suyo y lo de algunos pocos llega cincuenta años antes.

          Andrés Trapiello, “Miseria y compañía”.


         Seguiré escribiendo estos libros mientras tenga la ilusión de vivir y mezclarme con la gente y oír sus historias, o quedarme a solas para inventar las mías, mis capullos. La ilusión es la cuerda de donde sale valsando el mundo, nuestra peonza, nuestra pobreza. Agradeceré si alguien los lee, pero jamás le pediré a nadie que lo haga ni mucho menos le reprocharé que no los haya leído…
Hace unos días me tropecé, buscando la compañía de Van Gogh, con una carta suya de abril de 1885 en la que le dice a su hermano: “La vida no es larga para nadie, se trata únicamente, de hacer algo con ella”. ¿Qué? Yo ahora, aquí, en esta página puedo pintar un balcón. No está en mi mano hacer muchas cosas, pero esa sí…Necesito respirar el aire libre de la mañana, el olor de la pequeña hoguera de ramón verde, oír el canto alborotado de los pájaros, sentar en mi frente la brisa templada de este día y ensanchar los pulmones, y me repito: esto es lo que puedo hacer hoy con mi vida, poner aquí en el papel un balcón y enfrente ese paisaje y a este lado del balcón a ti, lector, que hace un rato no existías, con un libro en las manos. Este libro.

          Andrés Trapiello, “Miseria y compañía” ( del prólogo).



Sólo unos pocos libros, personas, ciudades, pinturas nos nacen como si fueran ramas, y estas permanecen incluso en los inviernos prolongados, y llegada la estación propicia, vuelven a llenarse de hojas y de frutos.
 Cuánto desearía inventar un género nuevo de euforismos, breves fragmentos, píldoras escritas que, leídas, levantaran el ánimo de las gentes, disipando en ellas, y en mí, los desalientos.

          Andrés Trapiello, “Miseria y compañía”.

viernes, 28 de junio de 2013

CARMEN MARTÍN GAITE. LO RARO ES VIVIR.

“dices cosas tan raras que no te sigo, pero son de las que te dejan temblando…”

          Carmen Martín Gaite.


                                                        En la foto, Anne Sexton.

Es duro de aceptar lo casuales que somos, nuestra incapacidad para transmitir a otro más que remedos de un ánimo mutable; y aceptar al mismo tiempo los gestos y balbuceos con que tratamos de acercarnos obcecadamente a quienes hemos supuesto que forman parte de nuestra historia.

          Carmen Martín Gaite, de “Lo raro es vivir”.
          


Las voces del pasado trepan por la espalda a manera de viento súbito. Somos como una montaña cuya vertiente delantera, más feraz, pero más vulnerable, está defendida por fortificaciones y poblada de huertas, casas, paseos y almacenes; allí se aprende lo conocido, se teme lo desconocido y la vida se rige por leyes que zurcen lo uno con lo otro; en la parte de atrás nadie repara, es más difícil acceder a ella desde el valle - según rezan los mapas -, casi nunca da el sol y la vegetación es escasa. Acabamos por olvidarnos de que existe. Y, sin embargo, por esa grupa atacan de improviso las fantasmales huestes del pasado, apenas perceptibles, tan sólo una cosquilla... Suelen aprovechar los tramos de descuido que preceden al sueño o lo convocan, cuando ya hemos desembarazado de trastos y envases vacios nuestra buhardilla... Entonces se percibe el sutil traqueteo por la espina dorsal, no es nada. Pero ahí sigue. ¿Qué dicen esas voces? Bordear la pregunta es ceder al peligro. ¿Quién está hablando? ¿Desde dónde? Se diría que desde una boca tan pegada a nuestra piel que el mismo aliento entrecortado ahoga las palabras que pronuncia. Pero también desde lejos, y esa mezcla de lejos y cerca mete droga en la sangre. Ecos que trastornan y excitan, que en vano se procuran ahuyentar, dime más, no oigo bien, ¿quién eres?, ven más cerca.

          Carmen Martín Gaite, “Lo raro es vivir”.

                                                                       Fotografía: Alex Ten Napel.

Su mayor problema –decía- cuando consultaba un legajo del archivo era la incapacidad para interesarse solamente por una de las diferentes historias que le salían al paso entre aquel montón de papeles, limitarse a buscar lo suyo, mirar a ver si venía algo de lo suyo, ¿por qué era suyo?, ¿quién había decidido que lo fuera?...En la vida le pasaba igual, resulta tan empobrecedor –decía- atenerse de forma rígida a lo que se ha elegido, descartando cualquier otra posibilidad igualmente interesante, y sin embargo hay que contar con ello, nos pasamos la vida decidiendo, por mucho que nos agobie decidir, ésa es nuestra condena, la sed de infinitud chocando contra los barrotes de la jaula…es muy injusto que la vida nos fuerce a tomar opciones excluyentes, entras por una puerta y ya no hay más que un pasillo que se van ensombreciendo con puertas al fondo por las que también hay que pasar, cada vez más estrechas y perentorias.

          Carmen Martín Gaite, “Lo raro es vivir”.

          Imagen: Ilustración de Luis Serrano para la edición de Anagrama.

Me he pasado más de media vida diciéndoles a mis padres cosas que no tenían nada que ver con las que hubiera querido decirles…Aprendí desde  edad bastante temprana a mirarme en aquel espejo oblicuo donde mi rostro asomaba a medias tapado por el de ellos, pero no me di cuenta de que estaban torcidas las sonrisas hasta que empezó a reflejarnos a solas a mamá y a mí con la sombra de él al fondo. Yo intentaba borrar aquella sombra, la frotaba con rabia una vez y otra, pero reaparecía…y dentro del espejo se congelaban los gestos, nada era verdad, a todas las sillas les faltaba alguna pata, no corría el aire…Pero qué difícil es buscar la propia ración de aire, aguantar el aire libre cuando te has aficionado a los paños calientes, abandonar la cueva sin rencor y sin daño, resignarse a olvidar lo que no se ha entendido.

          Carmen Martín Gaite, “Lo raro es vivir”.

          Fotografía: Harry Callahan.

Y te encuentras con gente que te remite a otra o se transforma en otra, de quien te acuerdas vagamente o nada, gente que te saluda apenas con una inclinación de cabeza, con ojos fijos y serios; de su historia no se quieren acordar ni que se la saque a relucir nadie, han decidido vender en almoneda los restos del pasado y cualquier brizna de esperanza…Nadie les compra nada, no, ni saben por qué llevan aquellas pertenencias consigo, tarjetas postales atadas con cinta, retratos, llaves, una funda de gafas de carey, envoltorios diversos, pero han circulado agarrando esos residuos de una olvidada identidad por galerías, callejones y riscos del más allá, perdidos, tropezando, hasta encontrar su hueco de quietud.

          Carmen Martín Gaite, “Lo raro es vivir”.