miércoles, 26 de junio de 2013

JAVIER EGEA. POEMAS.

a la deriva, amor, a la deriva.
Miguel Hernández.

Ven a ver el amor hecho jirones.

Ven a ver el amor:
ese caballo muerto flotando por las venas
a la deriva, amor, a la deriva.

          Javier Egea, de “Paseo de los tristes”.


“…aún quedan las altas tabernas del ensueño”


¿Cómo contar ahora que la muerte se llama 2.º B
cómo decir 2.º B sin abismarse
por la tiniebla de porteros eléctricos y solos
cómo decir a nadie yo soy el enamorado del 2.ºB
quién saca la basura del 2º.B
cómo vivir
cuando su nombre pálido te cerca?

          Javier Egea, de “Raro de luna”.



Desarbolando el cielo me tropecé la herida.

          Javier Egea, del poema “Aquellos peces”.

Después de varios años
durante los que fuiste el mapa señalado,
el pequeño horizonte, el cuerpo en llamaradas,
la diminuta y bella revolución
o acaso el sueño que me hizo avanzar,
es cansado y difícil
soportar la consciencia de que nunca se llega.

          Javier Egea, de “Sobre el papel”.


          Difíciles murallas para este pueblo mío.

Falta el aire de entonces en las plazas de siempre
y los hombres se ahogan.
Estamos en el tiempo de la herida
y los caballos viven
un interior asedio
que les crespa las crines.

Hay que salir de aquí
hacia otra tierra
para volver un día con el agua en la frente,
con el fuego en las manos,
con el grito en las alas.

          Javier Egea, del poema “Ciudad del asedio”.

          Fotografía: Larry Towell.

…entrega todo cuanto crece
en el tañido azul de tu campana
al delicado viento que te mece.

          Javier Egea, de “Serena luz del viento”


Es ahora el principio.

Y si perdí la flor
hay un rosal en cueros
que me gira sus brazos
para que yo me sangre en las palabras,
para que yo me agrupe,
para que yo responda.

          Javier Egea, del poema “Hacia otro mar”.

Es tarde y en tu espalda florecen los pañuelos.

Es así que el amor, el viejo amor,
el pobre amor tan viejo, tan torpe, tan cansado,
mira hacia el mar, entorna los postigos
y se tiende y reposa.

          Javier Egea, de “Troppo mare”.


  
Hay noches que no ofrecen
sino palomas ciegas en sus escaparates
Hay en algún lugar personas que no soportan ya el silencio

Soledades al filo de la pólvora
soledades que tienen chaqueta en su respaldo
soledades con banqueros al fondo
soledades de las torres
          las desmoronadas torres
soledades canallas bogando las venas y los albañales

No No era este el lugar ningún lugar nunca más un lugar

          Javier Egea, de “Raro de luna”.
         
La preguntaron sabios,
astrónomos, poetas,
inevitables músicos,
pintores y gacelas.

Ella no sabía nada.
Ella sólo sabía
 de sábanas lejanas,
de corazones tibios:
quizás, quizás mañana…

Ella no sabía nada.
Le preguntaron sabios,
astrónomos, poetas,
inevitables músicos,
pintores y gacelas.

Ella no sabía nada.

Ella sólo sabía
de labios y de besos,
de corazones tibios
y príncipes eternos.

Ella no sabía nada.

Y siempre se quedó
absurda por el aire
con una duda inmensa
traspasándole el talle.

Ella no sabía nada.
Ella no sabía nada.
Ella no sabía nada.

          Javier Egea, del poema “Ella no sabía nada”.

          Fotografía: Martin Iman.


 …me tumbaré sin luna en tu cintura.
Aquí, donde la vida se aventura
y en jardines brillantes se extravía.

          Javier Egea, “Raro de luna”.


        No sólo soy, me siento muy distinto
y cuando avanzo
ella se asoma al ventanal del horizonte
como una diminuta revolución
o un sueño.

          Javier Egea, “Paseo de los tristes”.


…no sólo ya las dunas sino rostros en ellas,
vestigios de tu cuerpo,
espejismos al cabo,
restos de la memoria del misterio.

          Javier Egea, de “Troppo mare”.


    No valen los recuerdos.
Sólo sirven los nombres.
Ese vestido nuevo que nos traerá la tierra.

Pasada ya la alondra
me crece un gavilán por esta frente
y un selvático gesto se me anuncia
en mitad de los ojos
como un reto a las cosas y a los hombres,
como un cuchillo brote
de algún metal herido.

Contra ti, ciudad mía,
disparo yo mis flechas
al centro vulnerable de tu nombre:
al hueco de la envidia,
a la miseria.

La flauta se destroza y surge el trueno.

Se cansa el grito de dormir la siesta.

          Javier Egea, “Contra ti”.

  Fotografía: Olmo Calvo.


 Pero aún quedan más aires donde cruzar el vuelo,
deshojar los espejos donde la ausencia brilla
y dar nuevos paisajes al paso del desvelo…

          Javier Egea, de “Tus ojos son palomas en vuelo…”

Pero búscame allí
pequeña perla negra anticipada perla
por las gavias de las naves secretas suéñame allí
allí mientras destiñen los tatuajes últimos
ven con las águilas mensajeras en tromba
ven a las islas ven a mis ojos ven esperada
en este allí rescátame de todas las sentinas.

          Javier Egea, final de “Raro de luna”.

Fotografía: Antonio Manzano.


Porque es hermoso, amor, cuando se llora en verso,
anudarse a tu risa, desnudarse de penas
y amordazar la herida con un manto de estrellas.

Porque es hermoso, amor, cuando es el tiempo adverso
y ya la triste luna se ovilla en las arenas,
perseguir en el viento la risa de tus huellas.

          Javier Egea, del poemario “Serena luz del viento”.


Qué difícil, amor…
si nos falta la voz,
la palabra precisa
para bordar el beso.

          Javier Egea, del poemario “Serena luz del viento”.

          Fotografía: Rachel Querrien.


Que es tan triste el camino cuando se pasa ausente
con un manto de versos abiertos como rosas
y un bordón solitario llorando entre las manos…

          Javier Egea, del poemario “Serena luz del viento”.

¿Qué luz extraña, dime,
hay en la soledad y en la memoria?

          Javier Egea, de “El estrago”.


 ¿Quién cruzará de un salto las aguas del olvido sin sentir
cómo quema en la carne la sorpresa de un día,
las sábanas de un día, los cuerpos ofreciéndose,
las ojeras del gozo al amanecer?

¿No volverá el amor,
aquel juego con náufragos y cofres,
a sorprendernos con su mano abierta,
a dejar en la playa de un hombro
como alga de plata que reposa
la saliva brillante del deseo?

          Javier Egea, de “Otro romanticismo”.

Será que tuve suerte de no quedarme ciego
…Será que aquella Isleta
me fue poniendo al día los ojos interiores,
clavó en mi rostro su aguijón marino,
apuñaló la herrumbre de mi vientre
y fue sacando al sol
trapos sucios, camino, sangre seca, basura,
borbotones de miedo y otras piezas que alzaban
aquella casa vieja, aquel campo en ruinas,
aquel bosque de troncos carcomidos.

          Javier Egea, de “El estrago”.


       Si sólo se tratara
de abandonar el rastro de tu piel,
la espiga de aquel sueño malherido.

Si sólo se tratara
de llevarte conmigo como gesto
o extraña cicatriz,
de cerveza o conjuro en el camino.

Si sólo se tratara
de oler la flor y amor y ya el olvido.

Pero nunca tus ojos si sólo se  tratara.

       Javier Egea, de “Paseo de los tristes”.

Tú ya sabes, amor, pequeña ausente,
que no se quiebra el beso sin la brisa…
Y sin saber el talle de la risa
se nos ha muerto el viento de repente.

…Se nos ha muerto el viento de repente,
se desplomó la sombra, y la sonrisa
no borda la mirada ni se alisa
este ceño cansado de mi frente.

Porque se ha muerto el viento de repente
y así no nace el mar ni se devana
la ronca y bella voz de su campana.

Porque se ha muerto, amor, y, tristemente,
ya no se quiebra el beso ni se siente
ese dulce rumor de la mañana…

          Javier Egea, del poemario “Serena luz del viento”.

                                                             Fotografía: Ralph Gibson.



 “…y, blandamente suave, vagabunda, me dejas
el bello y misterioso sabor de los regresos.”

          Javier Egea, de “Paisaje”.

          Fotografía: Leszek Paradowski.

Yo sé que tú eres alta al dormir y así te quiero:
con el sueño pendiente de un hilo en el alero…

          Javier Egea, del poema “Tú eres alta al dormir…”








1 comentario:

  1. Muy buenas entradas, le dejo mi blog: https://lamiradadeofelia.wordpress.com/
    y algunas entradas sobre Javier Egea: https://lamiradadeofelia.wordpress.com/2014/08/26/javier-egea/

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