domingo, 17 de octubre de 2010

               Cumpleaños de amor

¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano,
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.
                                Ángel González

             ¿Qué se ama cuando se ama?

     ¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
     o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
     es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas,
         sus volcanes,
     o este sol colorado que es mi sangre furiosa
     cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
     ¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
     ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
     repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
     de eternidad visible?
     Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
     de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
     trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
     a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
                                               Gonzalo Rojas

sábado, 9 de octubre de 2010

                                        
DESDE AQUELLA VENTANA

         El tiempo te ha devuelto esa imagen tuya, esa imagen que ahora, sin saber muy bien por qué, tan intensamente se ha cruzado en tu camino, y en ella ves a un chico de unos catorce años que, asomado a una ventana de la segunda planta del colegio mira lo que hay más allá de la vida del inmenso caserón que antaño fuera universidad y que, ahora ,albergaba a alumnos internos y externos dispuestos a aprender y a estudiar en uno de los mejores centros educativos de la provincia. Miras a través de la ventana lo que hay más allá de esos muros que reducían la vida a un programa diario que había que cumplir, a un horario, a una disciplina, a un orden que reglamentaba y encorsetaba la vida de nosotros, los privilegiados alumnos internos que teníamos la suerte de estudiar en uno de los más selectos colegios del entorno. Quizá la monotonía cotidiana me impulsaba a asomarme a la ventana, a esa ventana por la que mandaba mis ojos de paseo en busca de lo otro, de lo que estaba más allá y, sin embargo, lo que veía no tenía nada de extraordinario: algunas casas de un barrio humilde, callejuelas estrechas y empinadas, retazos de huertos cuidados con todo el primor del mundo, y gentes que se afanaban en realizar las tareas de todos los días. Aparentemente todo lo que veía era de lo más normal y a nadie llamaría la atención, pero yo no formaba parte de esos “nadie”, a mí me fascinaba aquello que veía, era como un espectáculo lleno de encanto y de misterio, y me sorprendía a mí mismo intentando captar cualquier movimiento nuevo que se produjera al otro lado de la ventana. Especial atención prestaba a una muchacha de pelo negro y atractivas facciones que, algunas veces, inesperadamente, realizaba algún quehacer, tendía la ropa de familia humilde, regaba las pocas plantas del pequeño huerto o simplemente se sentaba en el poyo del patio. Yo me sentía atraído por aquella chica, una atracción desconocida y sensual, nueva para mí. La verdad es que aguardaba con impaciencia a que ella apareciera y me complacía verla; nada pretendía de ella, ni mucho menos,  me conformaba con saber y sentir que ella estaba allí, y ese sentimiento me ayudaba a soportar mejor el encierro en aquel enorme edificio del que la vida se escapaba por las muchas rendijas  de la excesiva reglamentación que estrechaba y encorsetaba nuestra vida en innumerables normas de conducta, pautas, preceptos y obligaciones que había que seguir y respetar. “A los alumnos se les educa persuadiéndoles a seguir un ideal positivo sobrenatural…A fin de poder recoger la cosecha buena es necesario sacrificarse y trabajar denodadamente desde el principio y sin interrupción…En adelante ningún alumno podrá repetir curso…El alumno que sea sorprendido sin haber cumplido sus deberes escolares, escritos o de cualquier otro orden, estará obligado a permanecer en el Colegio el tiempo perdido, tomándolo, como es natural, del descanso que no mereció…Los ejercicios espirituales se anunciarán oportunamente”.Suerte que desde aquella ventana otros mundos y otras vidas me recordaban que había algo más, aunque eso solo fuera una muchacha que yo sorprendía al otro lado, en la otra orilla, nunca supe quién era, ni intenté saber nada de ella, pero yo siempre le he agradecido que estuviera allí, en aquellos momentos de mi vida de estudiante interno que sentía que había otra vida más allá de los pupitres.