miércoles, 18 de enero de 2012

José Luis Sampedro, "Monte Sinaí", 1989.




“No he vuelto a arrepentirme de mis pocas transgresiones llamadas oficialmente “pecado”; que fueron en verdad ejercicios vitales, gestos de libertad contra las ataduras legítimas. De lo que me arrepiento es de las ocasiones perdidas, de mis sacrificios inútiles y mis autodenegados placeres. No haber hecho el amor con mi primera novia, para empezar. Y después tantas renuncias: los estudios rutinarios y no deseados, los acatamientos indebidos bajo la presión del ambiente…”



                               “Vivir ¿para qué? Hay muchas respuestas y muchos ni se plantean la pregunta: están vivos y, por tanto, viven. Otros dan la respuesta obvia: para enriquecerse.
         Vivir sencillo, apreciando tantos goces inadvertidos por muchos, los cotidianos milagros de respirar, calmar la sed, oler la rosa y ver a una diosa en ella o unas alas en el crepúsculo de oro y malva.
         Vivir también –y esa meta la hago mía- para hacerse. Todos se hacen, nos hacemos, sabiéndolo o no, pero sólo si se es consciente de ello se vive de verdad, en activo: colaborando con la vida en vez de dejarse llevar. Crearnos creando.”

“Tener a quienes nos quieren, y más aún en nuestro desvalimiento y ocaso, es la culminación de quienes somos; es la seguridad, hasta el final, de hacernos recibiendo, igual que nos hicimos dando.”

Sigo por el sendero, sea éste el que sea, corto o largo, suave o áspero, puente de los suspiros de los que se quedan. Para ellos pido a mi oscuro galán que, al menos, sea un buen profesional y no me deje mucho tiempo a medias, en ese limbo que quizás guste a otros pero que no es vida humana, sino artificiosamente vegetal. El derecho a la vida incluye el de la muerte digna, porque morirse también es vivir.
         Corto o largo, fácil o doloroso, hay que vivir el sendero con dignidad. Os daré lo que me queda de lo que soy. Dadme la mano y adelante. En el umbral de los ochenta años ya va siendo hora de empezar de nuevo”·.
José L. Sampedro, así acaba “Monte Sinaí.”


domingo, 15 de enero de 2012

Ya es de noche. Luis Cernuda.


                                                      “Ya es de noche. Vas a la ventana.
                                            El jardín está oscuro abajo.
                                            Ves el lucero de la tarde
                                            Latiendo
en fulgor solitario.

                                           Y quietamente te detienes.
                                           Dentro de ti algo se queja:
                                           Esa hermosura no atendida
                                           Te seduce y reclama afuera.

                                            Encanto de estar vivo, el hombre
                                            Sólo siente en raros momentos
                                           Y aún necesita compartirlos
                                           Para aprender la sombra, el sueño.”
                                                                           Luis Cernuda.

jueves, 5 de enero de 2012

A mi ropa tendida. Claudio Rodríguez.


                                       

 A MI ROPA TENDIDA

                 (El alma)

“Me la están refregando, alguien la aclara.
¡Yo
que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre, para
ya no lavarla más, y me servía!
¡Si hasta me está más justa¡ No la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí, tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?
¿Qué lejía inmortal, y que perdida
jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es nuestra ropa
desde la infancia, más y más oscura
y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima!
¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!
¡No tenedla en el patio: ahí en la cima,
ropa pisada por el sol y el gallo,
por el rey siempre!



He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo al aire libre sana y salva.
Fue en el río, seguro, en aquel río
donde se lava todo, bajo el puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo mío.
¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,
que se la ponga! Sé que le ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no es blanca
pero no importa: un día…
¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!
Mañana todo el pueblo por las calles
y la conocerán, y dirán: «Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»

                          Claudio Rodríguez.




martes, 3 de enero de 2012

¡Qué importa cuántos años tengo! José Saramago.

   “Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo… ¡Qué importa eso!. Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo!. No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso. ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!. Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos. ¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!. Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.”
José Saramago