“Hablando como San Juan de la Cruz, diría que las
condiciones del pintor solitario son cinco: la primera, que ha de volar
en lo más alto, en las más audaces aventuras, en las más profundas
inquietudes estéticas, sociales o filosóficas, olvidándose de todas las cosas
transitorias. La segunda, que ha de ser tan amigo del silencio y la
soledad que únicamente viviendo en ellos podrá realizar una obra cuyo
mensaje sea grave y altanero. La tercera, que ha de poner los ojos en un
infinito hecho de las más locas proposiciones, beber todo aquello que esté
a su alcance en un ansia devoradora con una fiebre intensa. La cuarta, que
no ha de tener demasiado color, debiendo dirigirse hacia el camino de sus
deseos, atento únicamente a su responsabilidad moral para con su época y su
sociedad. La quinta, que ha de cantar y gritar con más espontáneo y libre
lenguaje.”
Antonio
Saura, “De la higiene mental de un pintor”.
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