jueves, 26 de abril de 2012

Max Aub, "Aforismos en el laberinto".



“El que más sabe siempre está solo. El que va delante siempre está solo.”
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“El amor es darse sin darse, entregarse y continuar siendo. Juego, en el mejor sentido de la palabra. Encontrarse en otro ser, enlazarse, acabar siendo un nudo hecho de dos guitas distintas.”
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“Todo consiste en recortar la imaginación, porque la imaginación nace del dolor. El ideal, ahora, es un mundo sin imaginación. No estoy conforme.”
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“La cuestión es saber quién es uno, si uno es uno, o los demás –o uno y los demás. Por eso andan perdidos los hombres. Inventan teorías. Pero la verdad está dentro.¿Qué es adentro, lo que veo y me rodea, o lo que siento? Así andamos, perdidos, de lo uno a lo otro.”
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“La libertad no hace felices a los hombres. Los hace, simplemente, hombres”.
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“¿Qué es eso de traicionar?  ¿Qué quiere decir?  Ser fiel a sí mismo ¿es traicionar? Ser infiel a una causa en la que ya no se cree ¿es traicionar?  No: el quid está en el provecho. Una misma cosa hecha con fines crematísticos, en vista de cualquier beneficio personal o para salvar el alma, es traición o lealtad.”
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“La revolución, al precio de abandonar lo humano, no vale la pena.”
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“Para mí, un intelectual es aquel para quien los problemas políticos, son, ante todo, problemas morales.”
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“Si la luz cambia, también el espacio. Si queremos hacer algo perdurable, suprimirlos, inventarlos.”
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“Dejarse llevar, pintar con lo de adentro, a ojos cerrados.”
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“Arte: la inteligencia, la trascendencia, la penetración, la vida convertida, para que la huelan, la adivinen, la recreen los que lo merecen. Y nada del arte por el arte, sino el arte por la vida, tras la vida por el arte. Decir lo que no se puede decir. El arte: creación o no es.”
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“Lo feo: ¡tan hermoso!”
                                
                                                 
“Al hombre político nunca le importó ni Dios ni el Diablo, como no sea para aliarse con uno de ellos si lo cree conveniente para su causa.”
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“Si la razón no tiene que ver con la inteligencia, no me interesa.”
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“Seguramente nos equivocamos de puerta al nacer. Es difícil, lo reconozco, pero así fue: nos equivocamos de puerta al nacer, éste no es el Mundo, es otro, en reparación, varado en la orilla del mar. Una enorme ballena negra: ¡oh Melville!”
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“La literatura es pasión o no es. Cuando el autor no está presente en lo que escribe, todo son botas; no hay otra medida que uno mismo, o ponérselas, del número que sea.”
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“Escribir es ir descubriendo lo que se quiere decir.”
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“Escribir es una larga paciencia; se necesita un infatigable aprendizaje, hay que hacer arpegios de palabras como se hacen escalas y, luego, a cada voz, a cada verbo, a cada adjetivo, hay que señalarlos con el pulgar, darles forma nueva, vencerlos,  con brillos encontrados con personal esfuerzo, esa pátina vieja de moneda gastada por el uso. ¿Un sentido nuevo a las palabras de la tribu?”
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“Pintar para mí, para ser, no para seres. Pintar para permanecer. Mas ¿cómo permanecer sin seres?, ¿cómo ser sin otros? Pintar para los demás, cueste lo que cueste: gran lección de humildad. O callar: ser otro, ver lo que pintan los demás, sabiendo que podría ser igual. De todos modos: humildad.”
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“No importará quién fui, sino lo que hice. Apréndelo: no importará quién fuiste sino lo que hiciste. Sólo lo que se hace se deja; quién eres no cuenta mañana.”
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“Pinto como puedo –no como quiero- y si lo que hago interesa a algunos, miel sobre hojuelas, pero si no, ¿qué le voy a hacer? No voy a ponerme por eso a pintar de otra manera.”
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“Decir las cosas tal como son, desde adentro. Destriparlas, que la poesía sea una p, una o, una e, una s, una í, una a.”
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“Un idioma sin blasfemias no es lenguaje. Una palabrota bien plantada, en su sitio, en su tierra, a su tiempo, es insustituible. El reniego asienta y clave el idioma en tierra, contra los cielos. Si los españoles no pudiéramos emplear interjecciones soeces nos íbamos a ver negros.”
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“En los documentos nunca hay hijos de puta. Y Dios sabe que son incontables.”
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“Las novelas tienen como base una cosa real: la imaginación.”
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“Al fin y al cabo la literatura –por lo menos la novela- es hija de la duda. La  fe da otros cantos.”
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“Nuestra limitación es que estamos metidos en un laberinto, un laberinto mágico.”
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“¿Cómo pueden vivir los que creen que todo está escrito?”
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“¿Qué es ser hombre? Si las ideas pudieran más que la amistad, yo renuncio.”
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“Determino en contra el determinismo. No me manda nadie. Me echaron al mundo, me educaron, pero cuando tuve uso de razón, pude disponer.”
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 “El hombre sin sus sueños, medio hombre; sin sueño, muere de la muerte más atroz; abolir los sueños duele menos, pero el hombre no se reconoce sin ellos. El que no sueña, está solo, irremediablemente."
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“”Cosa”. Horrenda palabra sin contornos. Poesía, lo contrario de “cosa””
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“Escribir es descubrirse, en todos los sentidos –desvestirse- ir quedándose desnudo, quedándose ante un desnudo insospechado.”
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“No confundir nunca el arte con el buen gusto.”
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“Escribe uno para poder vivir. Si no escribiera no viviría. Escribo siempre. Escribí siempre  -en las condiciones más difíciles, aun cuando me era imposible. Escribo. Aun cuando no escribo, escribo. Escribo para acordarme de lo que escribo, necesito escribir para poder vivir.
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A mí no me interesa la libertad en abstracto. No, lo que a mí me gusta es andar de aquí para allá, y entrar, y salir, y decir lo que me dé la gana. Tal vez eso no sea la libertad –teóricamente- , pero, para mí, se le parece bastante.
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No me importa el pensar de los demás, sino mi propio respeto.
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Creo que no tengo derecho a callar lo que vi para escribir lo que imagino.
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Escribo por no olvidarme.
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Escribo lo que me da la gana y como me pasa por los cojones. Punto y basta.









Pero qué tierra es ésta, Rulfo.


miércoles, 28 de marzo de 2012

Luis Landero, "Entre líneas: el cuento o la vida".


         “El lector que Manuel es piensa a veces que la experiencia estética tiene mucho de revelación personal, y que en esa medida es instransferible y casi incomunicable. El profesor que Manuel es, sin embargo, piensa que, a pesar de todo, algo se puede hacer: si no enseñar literatura, sí poner a los alumnos en disposición de dejarse seducir por ella. Los dos, con los años, han ido sucumbiendo a la paradoja de que la literatura se aprende, pero no se enseña.
         Pero luego viene la realidad con sus rebajas. Y la realidad es que un alumno medio de bachillerato lee silabeando y a trompicones, tiene dificultades casi insalvables para entender el editorial de un periódico, escribe con oraciones simples donde apenas aparecen otros verbos que “ser” o “estar”, su bagaje léxico es de supervivencia, quiere explicar algo y no le alcanzan las palabras. Pero, eso sí, cuando salga a la calle, o cuando llegue a su casa, los hechiceros de la cultura de masas, en complicidad con la mayoría de los ciudadanos, le tendrán preparado el desquite por medio de algún espectáculo con el que hace tiempo que no consigue conectar la cultura escolar. Lo que la escuela enseña, el mal gusto social lo niega y escarnece.”

         “Manuel cree que existe en el hombre, desde su niñez, un saber espontáneo y difuso sobre el que quizá habría que construir, como una prolongación lógica y armoniosa, el edificio canónico del conocimiento. Pero a menudo, lo primero que se hace en la escuela es destruir el encanto y la espontaneidad y convertir al niño o al adolescente en un adulto prematuro. Se le pervierte estéticamente. Y qué decir del lenguaje: antes que aprovechar la pasión y la inventiva lingüística que hay en todo niño para fortalecer así su competencia idiomática,  se le enseñan requilorios gramaticales. Manuel piensa que hay una cierta pedagogía insana, y un punto bellaca.”
                                
                                     

         “Manuel cree que la lectura a menudo es un placer que cuesta, aunque sólo sea porque supone aislamiento, concentración, esfuerzo, además de esclarecer o asumir incertidumbres, cosa que siendo placentera es también problemática, como cualquier actividad donde la mente y los sentidos han de estar en alerta y a veces en tensión.”


         “Tuve una vida oscura, algún destello singular… Mi signo es la intermitencia; mi pasión, cierta variedad de tendencias que me impiden el disfrute de mí mismo; mi dulzura es la naturaleza y el verano, que es tanto como decir la melancolía de la infancia; mi dolor es la insatisfacción crónica y la repentina falta de entusiasmo; la literatura ha acabado por ser, después de la tormenta, una reparación de daños. Cierta afección a la soñolencia, unida a la renuncia a descubrir en mí el reino de Jauja, me inclinan a pensar que el cordaje vital se me ha aflojado y estoy en la hora en que las melodías no son ni dulces ni arrebatadoras, sino sólo el son del agua que fluye y pasa bajo el sueño.”

         “Y acaso ésa sea la materia última de la vida: la espera, el vislumbre de lo que se nos promete pero que nunca se nos será concedido. Y la nostalgia de lo que se perdió sin llegar ni remotamente a poseerlo. Relámpago en la oscuridad, susurro en el silencio, caricia cierta en el vacío. El resto son los días que quedan por vivir.”
         Luis Landero.


                                               

domingo, 4 de marzo de 2012

Enseñar hoy. Carlos García Gual.




         ¡Tristes profesores de Enseñanza Secundaria! Muchos de ellos almacenan una excelente preparación profesional, que les sirve de muy poco. Con frecuencia se encuentran agarrotados, maltratados, confusos, desilusionados ante los planes de estudio y las reformas que marginan sus enseñanzas -las humanísticas y las científicas también- con horarios exiguos, y que privilegian el aprendizaje de técnicas y saberes prácticos o de meros entretenimientos con títulos "políticamente correctos". Y que se ven desconcertados, a la vez, por la desidia y el escaso interés de numerosos alumnos, poco atentos y mal civilizados, y escasamente motivados, como se dice, en sus estudios por un contexto social desfavorable. La disciplina, la valoración del estudio esforzado, la memoria y la imaginación, el disponer de tiempo para leer y refrescar las lecciones, requieren un apoyo y una autoestima que se echa en falta en nuestros centros de enseñanza, mientras proliferan la rutina burocrática, las reuniones de tiempo perdido, el encasillamiento de las asignaturas y una jerga pedagógica más que lamentable.
                   Carlos García Gual.


martes, 28 de febrero de 2012

El niño al que se le murió el amigo. Ana María Matute.



Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:

-El amigo se murió.
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.

El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.

-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.

Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.



martes, 21 de febrero de 2012

Laberinto.




                                      “Vas a ser un perdido.
                                       No me importa.
                                      Me parece más triste
                                      no saber dónde estoy”
                                                                    Luis García Montero..

jueves, 16 de febrero de 2012

La belleza y su contemplación.Luis Cernuda, "Ocnos".



“Otros podrán hablar de cómo se marchita y decae la hermosura corporal, pero tú sólo deseas recordar su esplendor primero, y no obstante la melancolía con que acaba, nunca quedará por ella oscurecido su momento. Algunos creyeron que la hermosura, por serlo, es eterna, y aun cuando no lo sea, tal en una corriente el remanso nutrido por idéntica agua fugitiva, ella y su contemplación son lo único que parece arrancarnos al tiempo durante un instante desmesurado.”
Luis Cernuda, “Ocnos”.

miércoles, 18 de enero de 2012

José Luis Sampedro, "Monte Sinaí", 1989.




“No he vuelto a arrepentirme de mis pocas transgresiones llamadas oficialmente “pecado”; que fueron en verdad ejercicios vitales, gestos de libertad contra las ataduras legítimas. De lo que me arrepiento es de las ocasiones perdidas, de mis sacrificios inútiles y mis autodenegados placeres. No haber hecho el amor con mi primera novia, para empezar. Y después tantas renuncias: los estudios rutinarios y no deseados, los acatamientos indebidos bajo la presión del ambiente…”



                               “Vivir ¿para qué? Hay muchas respuestas y muchos ni se plantean la pregunta: están vivos y, por tanto, viven. Otros dan la respuesta obvia: para enriquecerse.
         Vivir sencillo, apreciando tantos goces inadvertidos por muchos, los cotidianos milagros de respirar, calmar la sed, oler la rosa y ver a una diosa en ella o unas alas en el crepúsculo de oro y malva.
         Vivir también –y esa meta la hago mía- para hacerse. Todos se hacen, nos hacemos, sabiéndolo o no, pero sólo si se es consciente de ello se vive de verdad, en activo: colaborando con la vida en vez de dejarse llevar. Crearnos creando.”

“Tener a quienes nos quieren, y más aún en nuestro desvalimiento y ocaso, es la culminación de quienes somos; es la seguridad, hasta el final, de hacernos recibiendo, igual que nos hicimos dando.”

Sigo por el sendero, sea éste el que sea, corto o largo, suave o áspero, puente de los suspiros de los que se quedan. Para ellos pido a mi oscuro galán que, al menos, sea un buen profesional y no me deje mucho tiempo a medias, en ese limbo que quizás guste a otros pero que no es vida humana, sino artificiosamente vegetal. El derecho a la vida incluye el de la muerte digna, porque morirse también es vivir.
         Corto o largo, fácil o doloroso, hay que vivir el sendero con dignidad. Os daré lo que me queda de lo que soy. Dadme la mano y adelante. En el umbral de los ochenta años ya va siendo hora de empezar de nuevo”·.
José L. Sampedro, así acaba “Monte Sinaí.”


domingo, 15 de enero de 2012

Ya es de noche. Luis Cernuda.


                                                      “Ya es de noche. Vas a la ventana.
                                            El jardín está oscuro abajo.
                                            Ves el lucero de la tarde
                                            Latiendo
en fulgor solitario.

                                           Y quietamente te detienes.
                                           Dentro de ti algo se queja:
                                           Esa hermosura no atendida
                                           Te seduce y reclama afuera.

                                            Encanto de estar vivo, el hombre
                                            Sólo siente en raros momentos
                                           Y aún necesita compartirlos
                                           Para aprender la sombra, el sueño.”
                                                                           Luis Cernuda.

jueves, 5 de enero de 2012

A mi ropa tendida. Claudio Rodríguez.


                                       

 A MI ROPA TENDIDA

                 (El alma)

“Me la están refregando, alguien la aclara.
¡Yo
que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre, para
ya no lavarla más, y me servía!
¡Si hasta me está más justa¡ No la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí, tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?
¿Qué lejía inmortal, y que perdida
jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es nuestra ropa
desde la infancia, más y más oscura
y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima!
¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!
¡No tenedla en el patio: ahí en la cima,
ropa pisada por el sol y el gallo,
por el rey siempre!



He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo al aire libre sana y salva.
Fue en el río, seguro, en aquel río
donde se lava todo, bajo el puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo mío.
¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,
que se la ponga! Sé que le ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no es blanca
pero no importa: un día…
¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!
Mañana todo el pueblo por las calles
y la conocerán, y dirán: «Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»

                          Claudio Rodríguez.




martes, 3 de enero de 2012

¡Qué importa cuántos años tengo! José Saramago.

   “Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo… ¡Qué importa eso!. Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo!. No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso. ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!. Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos. ¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!. Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.”
José Saramago