confúndanse
la tarde y el gusto,
no
pase nada, todo sea
lento
y paladeable como espesa noche
si
alguien pregunta díganle
aquí
no pasa nada, no es más que la vida
Eliseo Diego, de “El sitio en que tan
bien se está”.
Desde muy joven –lo confieso- me han
gustado los fantasmas. Me apasionaban las historias de sus desventuras.
Hoy –lo confieso- , aproximándose la
hora de convertirme en uno, ya no me gustan tanto.
Eliseo
Diego, “Fantasmagorías”.
Deshabitada,
tu
familia
dispersa,
ciegas
tus
vidrieras,
qué
sola te quedaste,
mi
madre, con tus huesos,
que
tengo que soñarte, tan despacio,
por
tu arrasada tierra.
Eliseo Diego, “En la Calzada de Jesús
del Monte”.
Diariamente lo encuentro: él es un
suspiro
de cuántos años y de qué tristezas
y yo enredado adentro en las malezas
que me enturbian el ser. Siempre lo miro
como si fuera algún reproche, y viro
la cabeza en cuanto puedo.
…Se ve que el sol a diario le fue duro
pero que él lo trató como a un hermano,
mientras que yo, secreto, renuente,
volvía mis ojos a mi mundo oscuro.
Eliseo
Diego, del poema “Encuentros”.
Ella
siempre
lo
dijo: tápenme
bien
los espejos,
que
la muerte presume.
Mi
abuela, siempre
lo
dijo: guarden
el
pan,
para
que haya
con
qué alumbrar la casa.
Mi
abuela, que no tiene,
la
pobre, casa
ya,
ni
cara.
Eliseo Diego, de “El sitio en que tan
bien se está”.
En esta extraña calle donde vivo,
esta increíble calle de otra parte,
quién habita esa casa que es la mía
y entrando por la puerta grande y ocre
me deja afuera a mí, que soy él mismo,
temblando como un niño ante la entrada.
Eliseo
Diego, de “En esta extraña calle”.
Un pájaro en lo alto,
en lo más fino
del árbol alto,
un tomeguín
nervioso, breve, tan liviano
como un soplo de luz,
está cantando
su propia levedad,
la maravilla
de su increíble ser
- su pura vida
minúscula, perfecta, iluminada.
Eliseo Diego, “Los días de tu vida”.
Están los niños hablando de la dicha
tan lejos en la casa, que sus voces
apenas son un eco, una memoria
de otro rumor.
Están diciendo
sus venturas pequeñas, maravillas
de tocar y tener. Tú los escuchas
en tu cuarto desierto, mientras huyen
las páginas oscuras, y parece
que descansa la luz, que el tiempo todo,
secreto en el desván, claro en el alma,
se aviene a ser feliz
Eliseo
Diego, “La dicha”.
Las
llamas charlan en la chimenea
con
el obeso calderón de cobre.
…Qué
bajas son las vigas, y qué oscuras.
Por
fin bulle el caldero entre las llamas.
La
enorme vieja ahora suspira.
Dónde
se fue tu aliento, dónde el aire.
Tan
pura es la quietud
que
oyes la leve
huella
de la ceniza. Entonces,
entre
el oro del fuego, la caverna
de
la gran boca. Un huracán susurra
“había
una vez…”
Y nace todo.
Eliseo Diego, de “Mi madre la oca”.
Los
viejos están solos con los viejos
…No
les alcanza el colmo de los gustos
que
cambian con las nubes, ni la ciencia
nueva
del bien y el mal: melancolía
de
estarse siempre al margen, y los sustos
de
ver que ya se apaga la conciencia
como
se oculta en la memoria el día.
Eliseo Diego, “Los viejos”.
tendido frente a mí como el vacío
por el que iré bajando línea a línea
descolgándome a pulso pozo adentro
sin saber dónde voy ni cómo subo
trepando atrás palabra tras palabra
que apenas sé qué son sino son sólo
fragmentos de mí mismo mal atados
para bajar a tientas por la sima
que es el papel en blanco de aquí afuera
poco a poco tornándose otra cosa
mientras más crece la presencia oscura
de estas líneas si frágiles tan mías
que robándole el ser en mí lo vuelven
y la transformación en acabándose
no es ya el papel ni yo el que he sido.
por el que iré bajando línea a línea
descolgándome a pulso pozo adentro
sin saber dónde voy ni cómo subo
trepando atrás palabra tras palabra
que apenas sé qué son sino son sólo
fragmentos de mí mismo mal atados
para bajar a tientas por la sima
que es el papel en blanco de aquí afuera
poco a poco tornándose otra cosa
mientras más crece la presencia oscura
de estas líneas si frágiles tan mías
que robándole el ser en mí lo vuelven
y la transformación en acabándose
no es ya el papel ni yo el que he sido.
Eliseo
Diego, “La página en blanco”.
Porque
llega una hora en que todas las casas se
despueblan de sus ruidos mortales
y
las vidrieras son frías como esos invernaderos
desolados,
lisos ojos de muerto, que nadie supo nunca dónde quedan,
es
preciso que alguien, alguno de nosotros, venga
y
diga: los cubiertos de casa, qué se hicieron, alguien sin duda los ha robado…
Es
así que ahora todo nos falta. Si alguien nos ofreciera un poco de café nos
salvábamos
porque
la casa deshabitada es adusta como la justicia del fin
y
el viento que pasea por los altos no es sino el viento,
las
estancias no son más que las estancias de la casa vacía
y
es como si no hubiese venido nadie, como si nadie mirase los recintos del
hombre, bajo los astros.
Eliseo Diego, del poema “Bajo los
astros”.
si
entretengo a mis días en la esquina
o
cuento alguna fábula a mis miedos,
quizás,
quién sabe,
tal
vez por fin en el balcón te inclines,
tan
joven eres tú, tan joven,
y
acaso a mí contigo
de
regreso a tu edad a salvo lleves.
Eliseo Diego, de “Vuelta a la ronda”.
Un poema no es más
que una conversación en la penumbra
del horno viejo, cuando ya
todos se han ido, y cruje
afuera el hondo bosque; un poema
no es más que unas palabras
que uno ha querido, y cambian
de sitio con el tiempo, y ya
no son más que una mancha, una
esperanza indecible;
un poema no es más
que la felicidad, que una conversación
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio.
Eliseo
Diego, “No es más”.
Voy
a nombrar las cosas, los sonoros
altos
que ven el festejar del viento,
los
portales profundos, las mamparas
cerradas
a la sombra y al silencio.
Y
el interior sagrado, la penumbra
que
surcan los oficios polvorientos
…Y
nombraré las cosas, tan despacio
que
cuando pierda el Paraíso de mi calle
y
mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda
llamarlas de pronto con el alba.
Eliseo Diego, de “Voy a nombrar las
cosas”.
¿Y
qué va a ser de tus recuerdos cuando
no
tengan ya dónde encontrar abrigo?
¿
Y qué va a ser de tus recuerdos, dime?
De
aquella niña que llegaba siempre
más
pronto que la luz a tus razones
y
del menudo perro que consigo
llevó
a su noche el ser de la ternura.
Tu
juventud es más que mi memoria,
muchacha
eterna de la eterna vía:
ella
perdure cuando el resto acabe.
Eliseo Diego, de “Y qué va a ser de tus recuerdos”.
Qué poco todo, qué poco,
para tanta sombra
-tanta.
Eliseo
Diego, “A través de mi espejo”.
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