lunes, 24 de junio de 2013

JULIO RAMÓN RIBEYRO. ESCRITOS.

A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos destruidos.
Las azoteas eran los recintos aéreos donde las personas mayores enviaban las cosas que no servían para nada: se encontraban allí sillas cojas, colchones despanzurrados, maceteros rajados, cocinas de carbón, muchos otros objetos que llevaban una vida purgativa, a medio camino entre el uso póstumo y el olvido. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada en los bajos. Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las viejas botas paternales o blandir como una jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba vedado: podía construir y destruir y con la misma libertad con que insuflaba vida a las pelotas de jebe reventadas, presidía la ejecución capital de los maniquíes.
          Julio Ramón Ribeyro, comienzo del cuento “Por las azoteas”. El cuento completo se puede encontrar en “ciudadseva.com”.

 En la foto, Julio Ramón Ribeyro con su hijo Julito.

Cuando imagino una vida afortunada, millonaria, veo siempre el lugar donde pueda seguir escribiendo. Si no fuera necesario comer, dormir, trabajar, no abandonaría este sitio, donde nada me incomoda, donde gozo del más completo albedrío, donde soy dueño del mundo, de mi mundo, sus fabulaciones, hazañas, torpezas, locuras, el mundo irreal de la creación, al lado del cual no hay nada comparable.

          J.R. Ribeyro, de “La tentación del fracaso”.

-Le preguntan a Luder por qué rompió con una amiga a la que adoraba.
- Porque no tenia ningún contacto con su pasado. Vivía constantemente
proyectada en el tiempo por venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar.
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- Quizás solo en el instante de morir -dice Luder -recibamos la llave del
cofre donde está guardado el libro que contiene el secreto de la verdad.
Pero ya no podremos transmitir ni la llave, ni el libro, ni el secreto, ni
la  verdad.
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- Lo mismo o algo parecido dice Montaigne en sus "Ensayos" -le reprocha alguien al escucharlo lanzar una sentencia moralizante .
- ¿Y qué? -protesta Luder. Eso sólo demuestra que los clásicos siguen
plagiándonos desde la tumba.
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- ¿No te preocupa escribir desde hace treinta años para haber alcanzado tan minúscula celebridad? -le preguntan a Luder.
- Por supuesto. Me gustaría escribir treinta años más para llegar a ser
completamente desconocido.
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-Un amigo irrumpe en su casa para anunciarle que ya se firmó el armisticio.
- ¡Bah!- comenta Luder. Ya te darás cuenta que la paz solo consiste en
cambiar la guerra de lugar.
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- Hay que estar muy atentos -dice Luder- hay que estar día  y noche
atentísimos para descubrir la ventana por la cual podemos despegar
intrépidamente hacia lo desconocido.

          Julio Ramón Ribeyro, “Dichos de Luder”, 1.



La habitación silenciosa. Uno que otro coche se desliza por la calzada húmeda. El barrio duerme pero mi gato y yo velamos, nos resistimos a dar por concluida la jornada, sin haber hecho nada, al menos yo, que la justifique…Quizá por eso escribo páginas como ésta, para dejar señales, pequeñas trazas de días que no merecerían figurar en la memoria de nadie. En cada una de las letras que escribo está enhebrado en tiempo, mi tiempo, la trama de mi vida que otros descifrarán como el dibujo en la alfombra.

          Julio Ramón Ribeyro, “Prosas apátridas”.





 Lo encuentran paseándose abstraído en torno a la mesa de su biblioteca.
- Me he dado cuenta -dice Luder- que nuestra vida solo consiste en dar
vueltas y vueltas alrededor de unos cuantos objetos.
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- Es penoso irse del mundo si haber adquirido una sola certeza -dice Luder-. Todo mi esfuerzo se ha reducido a elaborar un inventario de enigmas.
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- No hay que buscar la palabra más justa, ni la palabra más bella, ni la más rara –dice Luder. Busca solamente tu propia palabra.
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-Literatura es impostura -dice Luder- . Por algo riman.
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- Solo verán aire en el aire -dice Luder-. He puesto tanto empeño en construir el pedestal que ya no me quedaron fuerzas para levantar la estatua.

          Julio Ramón Ribeyro, “Dichos de Luder”.


 Luder regresa de su habitual paseo por el malecón.
- Estoy confundido - dice- . Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepúsculo. Eso demuestra la relatividad de nuestras concepciones estéticas.
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-No te desesperes - le dicen a Luder cuando se lamenta por no haber
encontrado la compañera ideal a causa de sus achaques y sus manías. Siempre hay un roto para un descosido.
-Sí, pero yo no soy roto ni descosido: soy un remendado.
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Envidian a Luder porque una o dos veces al mes se amanece conversando con un amigo muy inteligente.
- ¡Debe ser una conversación apasionante¡
- Ni  crean. Como ignoramos más de lo que sabemos, lo único que hacemos es canjear fragmentos de nuestra propia tiniebla interior.
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- Ven con nosotros - le dicen sus amigos. La noche está esplendida, las
calles tranquilas. Tenemos entradas el cine y hasta hemos reservado mesa en un restaurante.
- ¡Ah , no! - protesta Luder -. Yo solo salgo cuando hay un grado, aunque sea mínimo, de incertidumbre.
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Se sueña solo en primera persona y en presente de indicativo - dice Luder. A pesar de ello el soñador rara vez se ve en sus sueños. Es que no se puede ser mirada y al mismo tiempo objeto de mirada.

          Julio Ramón Ribeyro, “Dichos de Luder”.

   En la foto, Julio R. Ribeyro.

“Dichos de Luder”

-¡Cómo me hubiera gustado conocer a Goethe, a Sthendal, a Hugo, a Joyce! -exclama un amigo entusiasta.
-¡Ah , no! -protesta Luder-. No los hubieras aguantado más de cinco minutos. Casi todos los grandes escritores son unos pesados. Sólo la muerte los vuelve frecuentables.
* * *
-Lo que diferencia a los escritores franceses de los norteamericanos –dice Luder- es que los primeros se limitan a cultivar un jardín, mientras los segundos se lanzan a roturar un bosque.-¿Y tú?
-Ah, yo solo riego una maceta.
* * *
-¿Que opinas de la vanguardia? -le preguntan a Luder.
-¿La Vanguardia? No tengo nada que ver con el arte de la guerra
* * *.
-Cuando alguien empieza por decirme "Te voy a ser franco..." los pelos se me ponen de punta -dice Luder-. Adivino que me va a tirar a la cara alguna verdad brutal. Con lo agradable que es vivir en un delicado engaño.
* * *
-Llega un momento en que las andanzas se convierten en remembranzas –dice Luder- Entonces ya no vale la pena salir, pues no vemos nada ni aprendemos nada. La puerta de la calle nos conduce inexorablemente al pasado
* * *
-Es penoso irse del mundo si haber adquirido una sola certeza -dice Luder. Todo mi esfuerzo se ha reducido a elaborar un inventario de enigmas.
* * *

-No hay que buscar la palabra más justa, ni la palabra más bella, ni la mas rara -dice Luder. Busca solamente tu propia palabra.



…solo frente a mi máquina de escribir, sin coerciones ni apremios, sin jueces, ni público, ni ovaciones ni rechiflas, en la arena solitaria de mi página en blanco…

          Julio Ramón Ribeyro.

 En la foto, Julio R. Ribeyro.
Y en este paseo, mientras anochecía, volvió a sentir ese pequeño ruido en el interior de su cráneo: era el ruido semejante al de un vagón que se desengancha del convoy de un tren estacionado e inicia por su propia cuenta un viaje imprevisto…el traqueteo del vagón que se desengancha y acelerando progresivamente se lanza desbocado por la campiña rasa, sin horario ni destino, cruzando sin verlas las estaciones de provincia, los bellos parajes marcados por una cruz en las cartas de turismo, desapegado, ebrio, sin otra conciencia que su propia celeridad y su condición de algo roto, segregado, condenado a no terminar más que en una vía perdida, donde no le esperaba otra cosa que el enmohecimiento y el olvido.

          Julio Ramón Ribeyro, del cuento “Nada que hacer, monsieur Baruch”.


         
Un escéptico optimista: Julio Ramón Ribeyro.

Yo no me considero realmente como un pesimista, sino como un escéptico optimista. Lo que puede parecer contradictorio. Esta especie, más numerosa de lo que se cree, conserva cierta esperanza secreta de que las cosas se arreglen…en que el hombre, a fuerza de padecer y de perecer, terminará por encontrar una forma de vida compatible con sus anhelos esenciales y que inventará finalmente una sociedad viable. ¿Cuál? Como escéptico no puedo indicar ninguna receta, como optimista creo que la receta existe. Sencillamente hay que encontrarla.

          Julio Ramón Ribeyro, “La caza sutil”.

   En la foto, Julio Ramón Ribeyro.



1 comentario:

  1. Que significa la frase podia ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo

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