"El corazón discurre sobre estos campos.
Lo llevan los ojos, los oídos, el olfato. Se hace sentido. Lo sabe, lo acecha
todo, lo espera todo, se tiende sobre la tierra, se abriga entre dos surcos,
pasa entre los olivos. La belleza es un vuelo. ¿Quién lo dijo? No se está
quieta en las cosas y no se mueve de ellas. Dentro y fuera. ¿Cómo decirlo?
Parece que somos pozos oscuros, hondos, donde nada llega. Y asomándonos, está
todo. La loma, el peñascal, la vera de la zanja, la desazón, la felicidad
acechadora, la alegría que apunta, la sombra cernida. ¡Ay corazón, lento y
oscuro!"
José
A. Muñoz Rojas, “El corazón y el campo”.
Fotografía:
Leszek Paradowski.
"Sé algo de la tierra y sus gentes.
Conozco aquella en su ternura y en su dureza, he andado sus caminos, he
descansado mis ojos en su hermosura. Los cierro y la tengo ante mí. Tierras
duras, alberos y polvillares, breves bugeos, largos cubriales ; aquí se riza
una loma, allá se quiebra una cañada, se extiende una albina, tiembla un sisón
de vuelo lento. Todo el campo vuela pausadamente"
José
A. Muñoz Rojas, “Las cosas del campo”.
Fotografía:
Rui Pires.
"Me bastan pocas cosas. Tú. Y quedarse.
Y mirar."
De “Póstumos a Rosa”.
Fotografía:
W. Ronis.
"Polvo y dureza en el campo. Reina lo
duro: el olivo, la paja reseca. El verde se defiende mal. Al centro del día el
campo se queda mudo. Tal vez la chicharra. Que no se sienta un arroyo que el
campo se volcará de sed. Tanta tiene. Hay que dejar que el sol se desfogue y
buscar la sombra, la recachita, la penumbra…
Con un filo de luna en el cielo nos
volvemos. Los maíces tienen un peculiar rumor con el viento: suenan a acero. Y
por el camino, entre el polvo, brillan y desaparecen, conforme vamos avanzando,
los ojos encendidos de las zumayas."
De "las cosas del campo".
"No
sabemos nada
si
no es del leve instante. Somos
tan
verdaderamente de él como es el ala
del
aire en que se apoya. Sin embargo,
algo
pudiera hacerse amando un poco
y
llenar el mañana de ternura
con
citarlo diciendo simplemente:
Sobre
las ocho en punto donde sabes."
Fotografía: Jack Spencer.
!Y esperamos. A veces es algo
áspero este roce del corazón.
Todo por fuera está inmutable y algo por dentro roza.
¿Qué será? Un gran aletazo del amor nos sacará a su luz.
Quedará todo limpio. Allá en nuestro rinconcillo, el amor
sigue. Oh campo, esta hermosura no tiene página ni espejo
y sólo, a veces, se deja seducir por el temblor de la palabra,
por la insinuación dela
poesía. Pero , ¿recogerte, encerrar-
te? ¿Quién pone puertas al campo?"
Todo por fuera está inmutable y algo por dentro roza.
¿Qué será? Un gran aletazo del amor nos sacará a su luz.
Quedará todo limpio. Allá en nuestro rinconcillo, el amor
sigue. Oh campo, esta hermosura no tiene página ni espejo
y sólo, a veces, se deja seducir por el temblor de la palabra,
por la insinuación de
te? ¿Quién pone puertas al campo?"
De "Las puertas del campo".
“…la huida, por fin, de todo a todo, a
lomos de la dicha…”
"¿Quién sabe las razones de
un amor? Son secretas como
las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial donde
menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que
nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos
conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos
todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la
esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante!... en todo te he buscado."
las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial donde
menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que
nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos
conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos
todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la
esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante!... en todo te he buscado."
De “Las puertas del campo”.
En la
foto, José A. Muñoz Rojas y Lourdes Bayo, en la Casería del Conde, Antequera,
verano de 2004.
“Eran
melancólicas las tardes de verano. Abrían los deseos, ponían a la esperanza en
carne viva. Comenzábamos a sentir la inutilidad forzada, el dulce desperdicio
de las horas, las manos delicadas de la angustia. Y al mismo tiempo un enriquecimiento,
la seguridad de que la tarde no se iba, que se quedaba alta sobre nuestra vida
con sus rumores y olores, con su realidad de ensueño y esperanza.”
(LO
MÁS PRODIGIOSO ES TU INVENTO DE CADA DÍA.)
Lo más prodigioso es tu invento de cada
día,
que
llenes este vacío que es vivir sin ti, contigo,
que
son lo mismo latido y tu paso en mis adentros,
que
no hay soledad que tú no puebles,
de
manera que eso que llamo mi soledad
eres
tú, como eres mi libertad.
Fotografía: Rachel Querrien.
"Y se nos va la mayor parte de la delicia
sin recogerla."
De "Las cosas del campo".
Siempre está lo inexpresable
en
su pugna con la palabra
ofrecida
inútilmente,
rumor
de ola insistiendo
en
la orilla.
Fotografía: Donata Wenders.
“…los muchos fantasmas del yomismo
que soy,
si me desenterrara y me rayera
de este yomismo que soy,
quizá sería un hombre libre”.
En
la foto, José A. Muñoz Rojas, en su casa de Casería del Conde.
Gracias, Señor, por lumbre, por ribera,
por amoroso muro y por semilla,
por la mar que se postra
y por la quilla
por molino y besana,
troje y era.
Por sangre, por mirada, por ladera que la vid ennoblece, y donde brilla en tus piedras el sol, por faz sencilla
y flor en zanja y
mariposa en vera.
Por darme y por no darme, por tenerme de tanto sueño el corazón colmado,
y de tanta esperanza de
ternura
embebidos los huesos, por haberme
mis techos con tu paz tan
bien cargado
gimen ya las vigas de ventura.
José A.Muñoz
Rojas, de “Abril del alma”
|
sino de siempres nuestros para siempre,
o quizá todavías que nos aguardan.
José
A. Muñoz Rojas, de “Novísimos a Rosa”.
Fotografía:
Mathieu Roggero.
“…No toques
más de lo justo el corazón, que puede
hacerse añicos. No suspires. Deja
que el tiempo llevará lo suyo. Deja
que el tiempo traerá lo suyo.”.
Y se queda uno con la esperanza,
colgando de su delgado hilo
de tantas cosas colgando,
de tantas esperanzas deshaciéndose,
con tanto temor oculto,
con tantos olvidos como caben
en un instante, tantos olvidos
vividos y padecidos,
como para llenar una estrella.
José Antonio Muñoz
Rojas, del poema “Etereidad”.
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