A mí me asustan las novelas muy largas
porque mi curiosidad está constantemente solicitada por demasiados intereses,
y, entre estos, por un poco de cada uno. Así, aparte del “Quijote”, son raras
las novelas que he terminado, no porque no me gusten, sino porque me distraigo
y las dejo aquí o allá; y como hay muchas que comienzo, a los tres días no sé
qué personaje pertenece a cuál, o por qué fulano quería suicidarse, y tendría
que comenzarlas de nuevo. Con el “Quijote” es distinto porque tengo un ejemplar
en mi dormitorio, otro en el comedor, otro en la sala, otro en la oficina, y
cuando uno va en el metro puede ir repitiendo mentalmente los trozos que se
sabe de memoria.
EL ZORRO ES MÁS SABIO
Un día que el Zorro estaba
muy aburrido y hasta cierto punto melancólico y sin dinero, decidió convertirse
en escritor, cosa a la cual se dedicó inmediatamente, pues odiaba ese tipo de
personas que dicen voy a hacer esto o lo otro y nunca lo hacen.
Su primer libro resultó muy
bueno, un éxito; todo el mundo lo aplaudió, y pronto fue traducido (a veces no
muy bien) a los más diversos idiomas.
El segundo fue todavía mejor
que el primero, y varios profesores norteamericanos de lo más granado del mundo
académico de aquellos remotos días lo comentaron con entusiasmo y aun
escribieron libros sobre los libros que hablaban de los libros del Zorro.
Desde ese momento el Zorro
se dio con razón por satisfecho, y pasaron los años y no publicaba otra cosa.
Pero los demás empezaron a
murmurar y a repetir “¿Qué pasa con el Zorro?”, y cuando lo encontraban en los
cócteles puntualmente se le acercaban a decirle tiene usted que publicar más.
—Pero si ya he publicado dos
libros —respondía él con cansancio.
—Y muy buenos—le
contestaban—; por eso mismo tiene usted que publicar otro.
El Zorro no lo decía, pero
pensaba: "En realidad lo que éstos quieren es que yo publique un libro
malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer".
Y no lo hizo.
FIN.
AUGUSTO MONTERROSO
Escribir novelas, cuentos o poesía no es
una ocupación seria. Por lo contrario, es una locura o chifladura que habría
que disfrutar para que los demás puedan recibir parte de ese goce.
Tres renglones tachados valen más que
uno añadido.
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Toda literatura es alegórica o no es
nada.
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Yo creo que la rebelión viene dada
siempre en una obra bien hecha.
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Nadie sabe con qué se hace la buena
literatura.
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A veces los tontos adquieren mucho
poder. Yo lo atribuyo a que los inteligentes son perezosos, o poniéndolo más
suave, ociosos, o más suave aún, contemplativos, y dejan hacer a los otros.
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No se puede enseñar a escribir; pero sí
a leer, a leer a los demás, “en” los demás y “en” uno mismo.
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Todos los escritores son ladrones, unos
más finos que otros. Naturalmente, los que no lo son son los escritores pobres.
Augusto
Monterroso, “Viaje al centro de la fábula”.
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