" Aquel
asunto de leer constituyó durante años la materia más peliaguda de mis
confesiones por cómo se iba identificando para mí con la noche, con los tactos
furtivos, con una rebeldía contra horarios y leyes y un marcado placer por lo
prohibido, ¿a qué jurisdicción pertenecía?, ¿a la espiritual o a la corporal?,
si era imposible, absurda, la elección, si se trataba precisamente de una marea
que invadía de golpe cuerpo y alma dibujándoles costas y arrecifes idénticos,
acompasando placenteramente al uno contra la otra, alas y raíces, deseo y
sangre, cuerpo y alma, claro, inflándolos a la par".
“El olvido rige sus propios laberintos y
nunca nos enseña el secreto de unas reglas que ni él mismo conoce, es dios
autoritario y caprichoso y nunca lo sabremos de antemano si va o no a
concedernos sus favores ni la razón de espera y de paciencia que aún nos
destina para consumir; “conseguí olvidar”, sí, a veces se dice, se apunto uno
ese tanto hasta incluso con cierta convicción, ¡qué jactancia adornarse con
plumas de un dios tan arbitrario!, mientras él no abra puertas a nuestro
cautiverio porque le dé la gana y cuando se la dé, no pasan de ser muecas los amagos de escape
que exhibamos”.
Fotografía de Donata Wenders.
"Ahora entiendo de pronto tus ojos de
pronto entristecidos, tu luz y tu paciencia, tu encogerte de hombros, entiendo
los boleros y los fados, entiendo que lloraras a veces en el cine, que leyeras
a Bécquer…sí, te entiendo por fin al cabo de los años, de tantas discusiones
exaltadas, de mi inútil tesón por mudar tu índole, tu apego a las raíces, al
cabo de ese tiempo perdido que era tuyo porque diste refugio a tardes y mañanas
que malversaba yo, por las que atravesaba sin fijarme".
Fotografía de Tatsuo Suzuki.
"Decidir romper amarras y ser libre vale
de poco, yo cuántas veces habré dicho en mi vida “cada palo que aguante su
vela” para dar por cancelada mi dependencia con respecto a alguien, pero sólo
cuando notas que además de decirlo eres capaz de remendar la vela de tu propio
barco sin que los dedos te tiemblen y sujetarla otra vez pausadamente al mástil
solitario, ¡ah!, eso es lo que vale, entonces sí has roto de verdad aquella
amarra de la que protestabas, cuando decir “soy libre” no es recurso forzoso ni
revancha verbal, sino una consecuencia del susurro que te canta en la sangre:
“Estoy sola, vuelvo a empezar, todo es mío, yo amaso el tiempo y me pertenece,
es mi material de labor, mi tela para tejer, no lo siento tirano ni verdugo”.
"Y con esto de convertir el sufrimiento
en palabra no me estoy refiriendo a encontrar un interlocutor para esa palabra,
aunque eso sea, por supuesto, lo que se persigue a la postre, sino a la etapa previa de razonar a solas, de decir
“¡ya está bien!”, encender un candil y ponerse a ordenar tanta sinrazón, a
reflexionar sobre ella, reflexión tiene la misma raíz que reflejar, o sea que
consiste en lograr ver el propio sufrimiento como reflejado enfrente, fuera de
uno, separarse a mirarlo y entonces es cuando se cae en la cuenta de que el
sufrimiento y la persona no forman un todo indisoluble, de que se es víctima de
algo exterior al propio ser y posiblemente modificable, capaz de elaboración o
cuando menos de contemplación, y en ese punto de desdoblamiento empieza la
alquimia, la fuente del discurrir, ahí tiene lugar la aurora de la palabra que
apunta y clarea ya un poco aunque todavía no tengas a quién decírsela…"
"…poder estar ahí contigo como
hoy…oyéndote contar y contar cosas…sin miedo, sin prisa…dando forma al relato
entre los dos…¿te das cuenta de lo bien que se está y de lo bien que
hablamos?...pero es también el sitio y el momento y la casualidad y saber que luego
cada uno nos iremos a lo nuestro".
Fotografía: Autor desconocido.
"…la ausencia hay que dejarla doler lo
que ella pida y transformarla en bien, ahora lo sé, no se trata de sustituirla
atolondradamente por otras presencias sino de vivirla y dejar que destile
conocimiento y bien, a palo seco, lo que tú hiciste, rechazar los sucedáneos.
…
…ya ves qué error tan grande tenerte
miedo a ti, no atreverme a decirte que me siento vacía, un eslabón perdido, con
lo que consuela decírtelo, consuela tanto que deja de ser verdad. Ahora,
mientras te lo estoy diciendo, se fija ese eslabón, se engancha a ti por la
palabra, me quitas el miedo a estar girando sola en el vacío…
…
…con lo que me gusta mirarte, tienes los
ojos igual que tu madre, la cosa más de verdad que he visto en la vida,
mientras me miren no hay tiempo ni amenazas, ¡cómo acogen!, sólo existen tus
ojos".
"Hay una geografía de cerros de Úbeda en
el relato éste, un terreno común que exploramos al hablar, pero qué acompasados
vamos avanzando, ¿te das cuenta?, y es que me has propagado el fuego.
…no hay lumbre parecida a la de las
palabras que calientan la boca, no, es la mejor borrachera. Te lo digo porque
ahora mismo me tienes chispa perdido, oye, alumbrado, fugado, con un pire que
no toco el suelo.
…Y sí, yo lo comprendo que debo ser un
antiguo, porque me gustan las historias contadas con esmero y son las únicas
que me creo; a mí no me va la prisa ni el “da igual” ni el “tú ya me
entiendes”, no, yo sólo entiendo lo que me cuentan bien. Por eso me entero de
lo que dices tú y me lo creo, porque consigues ponérmelo delante de los ojos y
que sea igual que estarlo viéndolo".
"Las cosas que te cuento…antes de ser
palabra han sido confusión y daño, y gracias a eso, a haber pasado tú tu
infierno y yo el mío podemos entendernos…; vivimos un lujo, el de poderlo
contar…
…
Lo grave es cuando se te forman esos
grumos de sombra y de maldad, daño puro, sinrazón que te paraliza el
pensamiento y te entorpece cualquier posibilidad de discurso…esos estados son
como diques en la corriente de un río, ahí no cabe psiquiatra, cabrían en todo
caso duendes, genios o espíritus que te pudieran adivinar el mal sólo con
mirarte a la cara sin tenerles tú que decir palabra alguna…"
Fotografía: Autor desconocido.
“…y cuando una necesidad la tienes que
esconder para ti solo acabas viéndola como una necesidad fantasma, de eso que
piensas: “Bueno, nada, qué le vamos a hacer, seré un bicho raro”.
…”y es que todas las cosas que haya
podido echar de menos luego nacen de allí, si tiras del hilo, en aquella
ausencia tan mala de llevar y en haberla tenido que llevar a solas”.
…”pensaba que alguien tenía que venir a
consolarme, a arrodillarse al lado de la cama para que le contara lo mal que lo
estaba pasando”.
…”era un prodigio y los prodigios hay
que implorarlos…”
…”porque para mí estaba ya más que clara
una cosa: poder hablar era quererse, y antes de que los primeros hormiguillos
de la pubertad se empezaran a hacer insoportables ya había asociado la idea de
amor a la de conversación.”
…”porque ahí está la madre del cordero,
en el despiste y la soledad que se chupa uno por esos años, en lo mal que te lo
explican todo, y eso lo padece igual un niño que una niña, qué más dará, lo que
pasa es que luego cada cual reacciona como puede.”
"Yo no sé cómo hacías que, sin perder el
hilo del discurso, casabas las palabras con el momento en que quedaban dichas,
recogías el sesgo, la luz de aquel instante; iba compaginada tu atención al
latín, a la historia del Arte o a una charla cualquiera con el otro mirar al
mismo tiempo con puntual cuidado árboles y tejados, el cielo, las personas, y
aquella luz fugaz que los contorneaba se quedaba en tus ojos para siempre….
“Se nos olvidará –decías- más pronto lo que hablamos que este
sitio y su luz, la luz se queda dentro, luego sale en los sueños…es lo único
que queda”.
"Perdidos andamos todos, hombre. Lo único
que a veces puede despertar curiosidad es saber con respecto a qué brújula.
Porque a lo largo de la vida no hace uno más que inventarse brújulas o fijarse
en las que inventan otros. Eso es lo que cambia; los bandazos son siempre los
mismos: del entusiasmo a la decepción pasando por esa zona media de
conformidad, guarida preferente para la mayoría, donde el tiempo se ensaña, sin
embargo, y pega sus dentelladas más crueles".
Carmen Martín Gaite.
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